MUERTE EN VENECIA

DE

LUCHINO VISCONTI

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Film polémico como pocos, “Muerte en Venecia” siempre ha sido fuente de discusión entre los cinéfilos de todo el mundo. Desde quien la considera una obra maestra absoluta y la obra cumbre de Visconti, hasta quien opina que es un film mas del maestro milanés, de un esteticismo afectado que lastra negativamente el film. En cualquier caso “Muerte en Venecia” es sin ningún genero de dudas un film fascinante y se hace muy difícil, por no decir imposible, olvidar la serena belleza de sus imágenes bañadas en la música del Adagietto de la 5ª Sinfonía de G. Mahler. La fuerza poética que destila cada uno de sus planos no ha perdido nada de su fuerza visual con el paso de los años, y son el reflejo perfecto de la fusión de los universos Manniano, Viscontiano y Mahleriano, tres mundos distintos y a la vez complementarios. Nadie podía filmar la búsqueda de la belleza absoluta salvo un director con un legado cultural y el genio que poseía Visconti Duque de Modrone, obsesionado en la constante búsqueda de la “belleza de lo sublime”, y que baña el film de melancolía y de un cierto fatalismo de espíritu por un mundo que se derrumba. Una forma de entender el cine basada en una puesta en escena brillante y barroca, una ambientación perfecta que roza la obsesión y una técnica impecable, hacen del cine del maestro milanés una experiencia vital inigualable. Probablemente es uno de los mejores directores de actores de toda la historia del cine es obligado hablar de la maravillosa, y poco recompensada, interpretación de Dirk Bogarde impagable en el papel del compositor Gustav von Aschenbach “alter ego” del propio Gustav Mahler, que busca en Venecia la paz de espíritu y donde encontrará al joven Tadzio, encarnación de la belleza física, por quien se sentirá irremediablemente atraído, le inspirará nuevos deseos de vivir y renovados anhelos de creación artística, y que sin embargo acabará por llevarlo a la muerte en una de las secuencias finales más impresionantes, fascinantes y misteriosas de la historia del cine, mientras contempla como Tadzio, que dirige su mirada hacia el, señala con el dedo un punto perdido en el horizonte, donde tal vez exista la eterna belleza. En fin, un film asombroso, testamento fílmico de un artista que no encajaba con el siglo que le toco vivir y cuyo espíritu se podría resumir en la frase que Visconti deseaba que fuese el eslogan promocional del film.....

”Quien ha contemplado la belleza con sus propios ojos está consagrado ya a la muerte”.


Segunda entrega de la “trilogía alemana” de Luchino Visconti. Es una de las obras de mayor renombre del autor. El guión, de Visconti y Nicola Badalucco, adapta libremente la novela “Der Tod in Venedig”, del novelista alemán Thomas Mann, inspirada en la vida del compositor Gustav Mahler. Se rueda en escenarios naturales de Venecia, Plaza San Marcos, Teatro La Fenice, Lido..., en Bolzano y los Dolomitas y en los platós de Cinecittà Estudios de Roma.
 

 

La acción tiene lugar en Venecia, durante el verano de 1911. El compositor alemán, residente en Munich, Gustav von Aschenbach se hospeda en el Hotel des Bains, del Lido de Venecia, al objeto de descansar, recuperarse de una crisis cardiaca y recomponer los ánimos tras el fracaso de su último concierto, recibido con abucheos por el público. Llega solo, extenuado y embargado por sentimientos de frustración debidos a la pérdida de la felicidad familiar, recuerdos de la hija pequeña fallecida y el rechazo de sus últimas composiciones de vanguardia. Sólo habla, escasa y esporádicamente, con el gerente del hotel, el jefe de recepción, un cantante callejero, un gondolero ilegal, el cajero de un banco y un barbero. Queda fascinado de la belleza ambigua de Tadzio, un adolescente polaco, de unos 13 años, que se aloja en el mismo hotel con su madre, sus tres hermanas y una institutriz. Con el chico intercambia miradas, pero nunca tienen una conversación. El film suma drama, drama psicológico, enfermedad, vejez, fantasía y homosexualidad. El protagonista sufre en su interior una lucha abierta entre lo que le dicta la razón  y los impulsos que recibe de sus apetitos y deseos. Decide no ceder al deseo y regresar de inmediato a Munich, pero un imprevisto se lo impide. A partir de este momento el film aborda una pausada reflexión sobre los conceptos de arte, belleza y vida. Lo hace por medio de unos diálogos interiores que Visconti explica con la ayuda de flashbacks. El ambiente que envuelve el relato presenta un enrarecimiento progresivo de la mano de la presencia cada vez más próxima y determinante de la muerte. De ella hablan el reloj de arena, el indigente que se desploma en la calle, las imágenes de una Venecia envejecida por el paso del tiempo, la erosión y la humedad, la desinfección de las calles, el avance silencioso de la enfermedad.... En este marco, melancólico y sombrío, la película centra la atención en varias cuestiones capitales. Establece que el arte es una construcción humana, fruto de la inteligencia, la pasión y las habilidades; que la belleza se halla situada más allá y por encima de la naturaleza; que la perfección, el perfeccionismo, el detallismo, la integridad moral, no tienen relación con la belleza. Sobretodo quiere comunicar que Gustav, el músico, el maestro, el compositor, el artista, ha dedicado toda la vida al cultivo de los valores estéticos. Al final del camino alteran su paz interior numerosas dudas y abundantes incertidumbres. Pese a todo sigue empeñado en su búsqueda.

 

Rinde homenaje a la vejez, la decrepitud, la ancianidad, la fugacidad del tiempo, la brevedad natural de la vida. Ni la edad avanzada, ni la enfermedad, impiden al ser humano el goce del placer estético, la experiencia más excelsa. Es una experiencia de plenitud que da sentido a la vida y la alienta. Sólo la han gozado plenamente aquéllos que han incorporado a las suyas la emoción y han hecho de ésta la razón de la propia existencia. Se habla de la dualidad de la vida y de la lucha que se establece con frecuencia, o inevitablemente, entre la razón y la pasión, la moral y el deseo, el arte y lo vulgar y la mediocridad, los valores y el egoísmo. La opción por el arte, la belleza y la experiencia estética, es la más rica y satisfactoria. Es superior en relación a las demás, la única que ennoblece el espíritu y lo engrandece, la que eleva al ser humano por encima de lo temporal y transitorio para llevarlo a vivencias superiores. Los diálogos son breves. El discurso narrativo se desarrolla con la mente y mediante evocaciones del pasado. La ausencia de un narrador se suple con una invitación a activar la capacidad de percepción de lo que se sugiere con gestos sencillos, expresiones corporales contenidas, sobreentendidos y detalles alegóricos o simbólicos. Nos habla de la proximidad del final del protagonista, de la conclusión de una época, de la extinción de una clase social y del alba de un tiempo nuevo, turbulento e incierto. La interpretación de Dirk Bogarde  fué considerada por muchos como la mejor de su carrera y Silvana Mangano encarna la serena plenitud de la belleza humana. La banda sonora suma cortes de la 3ª y 5ª sinfonías de Mahler, de modo especial el “adagietto” de la 5ª sinfonía, que hace las veces de leitmotiv. Añade fragmentos de la opereta “La viuda alegre”, de una canción popular napolitana, de “Canción de cuna” de Mussorgsky y de la composición para piano “Para Elisa”, de Beethoven. La fotografía, de Pasquale de Santis, en color y pantalla panorámica, se sirve de una cámara tranquila, con suaves movimientos y abundantes “zooms” de aproximación....Muerte en Venecia es un crisol de arte, imágenes suntuosas, y de una exquisita belleza plástica, muy normal en las películas del maestro Luchino Visconti..
 

 

 

 

El goce afectivo en el encuentro humano, es poderosa razón para la lucha del hombre. Aunque, con frecuencia, por falta de visión y abundancia de torpeza, lo que se termina encontrando es pura sombra, lo que se anhela es aquello que da sentido a la vida y que, en definitiva, permite la realización del ser humano. Todo obstáculo espera una superación, todo error merece una corrección, toda carencia ansía ser llenada. Y la belleza, la luz y la alegría surgen como la grata compensación que se nos ofrece ante todo progreso. Todo ello está en las cosas, pero, ante todo, está en la esencia del que contempla, pues es quien determina lo que para él resulta bello o no. Y, casi invariablemente, su encuentro produce exultación, admiración, atracción… y la vida renueva su sentido toda vez que se produce una percepción de este tipo... El profesor, Gustav Aschembach, ha ido a Venecia en busca de otros aires que calmen, o quizás alivien, su maltrecha existencia que acaba de recibir por su última composición musical y que ahora está enferma con el corazón obstruido. Los recuerdos se agolpan en su mente, mientras ocupa la mejor habitación del Hotel Lido, y la imagen de su esposa y de sus hijas a quienes ama profundamente; la figura de Alfred, su amigo también músico, que debate con él sobre la música y la belleza, tirando por la borda muchos de sus conceptos; la atractiva y sorprendente presencia de la joven prostituta capaz de interpretar a Beethoven en el piano… y otros especiales recuerdos que se entremezclan con esa realidad pesarosa, pero irresistible, que está destruyendo sus principios morales... Pero en el Lido de Venecia y entre los turistas, conoce a un chico llamado Tadzio, miembro de una noble familia, cuya singular y andrógina belleza deslumbra al profesor. Más allá de la inefable admiración por las facciones de aquel rostro surge, en su interior, un sentimiento que se supone homosexual y que ansía desfogarse, pero que se ancla en la pura contemplación dadas las circunstancias que envuelven aquel ambiente. “Eso no es vergüenza sino miedo. – "Le dice en sus recuerdos su amigo Alfred" - "Temes el contacto directo con lo que sea”.

Luchino Visconti, concreta un filme íntimo, interiorizarte, donde el personaje central, brillantemente interpretado por Dirk Bogarde, transmite una compleja e intrincada emocionalidad, valiéndose principalmente de gestos, ademanes y miradas, con los que tenemos un poco de sensibilidad, es posible conectarse para sentir y padecer el fuerte conflicto que plante. La música de Mahler hace el resto, creando una atmósfera nostálgica, romántica e irremisiblemente bella. Todo se junta y se entremezcla de manera sutil y fascinante para darnos, como resultado, otra obra cumbre del arte cinematográfico.
 

En el artista casi siempre se le supone una disposición especialmente sensible frente al mundo que le rodea, lo cual lo lleva a producir obras de arte. El artista es un individuo que ha desarrollado tanto su creatividad como la capacidad de comunicar lo sentido, mediante el buen uso de la técnica. La aptitud artística es considerada una disposición o capacidad, natural o adquirida, para producir un tipo especial de objetos considerados artísticos. Como todas las aptitudes, la aptitud artística se educa y se desarrolla a través de una aplicación constante. Cuando se trata de talento, hablamos de una aptitud poco frecuente, que distingue y singulariza a quien la tiene. Normalmente el talento se atribuye a los artistas con cierto reconocimiento social que han conseguido un estilo o manera propia de hacer las cosas. La genialidad se refiere a una aptitud de carácter superior: aquella de la que está dotada una persona con una gran capacidad de invención, de organización, de creación. El artista es también aquel que crea sin poder elegir crear. Para él, crear y transmitir es algo innato, como para todo el mundo comer no es una decisión, o respirar una necesidad fundamental. El artista no solo ve, vive y disfruta de la belleza, sino que la siente y necesita entenderla; esta puede ser de muchas maneras, puede ser la juventud, puede ser lo más etéreo que se imagina, o lo más triste y oscuro, pues el artista es capaz de ver belleza y arte en potencia en todo lo que le rodea, vive con muchos fines, al igual que cada ser humano, pero su fin superior es crear para transmitir, lo cual se puede hacer escribiendo, pintando, componiendo, interpretando, esculpiendo; pero siempre bajo un concienciado trabajo de observación. Muerte en Venecia, en el apartado del cine como arte, es el máximo exponente. Cuatro nombres dan entidad a esta obra maestra: Visconti, Mann, Mahler, y Bogarde. Cuatro hombres que plasmaron para la posteridad lo que significa ser artista, lo que eleva y destruye esa necesidad por crear. La película es también una alegoría de la belleza, la decadencia y la juventud, el más incisivo análisis sobre cuestiones que han preocupado a todo artista, desde Miguel Angel, a Mozart. Por ello, ver Muerte en Venecia está mucho más allá de disfrutar de una bellísima película. Es sumergirse en las inquietudes y las necesidades inherentes de un artista, sin pudor ni posibilidad de escape. El artista crea, y crea desde lo que se ha destruido o se destruirá; porque en él está la necesidad de que el arte, su arte, permanezca, como ejemplo de sus miedos, alegrías, dichas, temores, virtudes y oscuridades humanas. El film de Visconti es reflexivo y contemplativo, respetando el espíritu de la obra literaria. La decadencia invade toda la obra fílmica y literaria, y no hay mejor lugar para recrear ese ambiente que la deteriorada, brumosa y poética Venecia. Pero también muestra la decadencia de una burguesía conservadora y de una aristocracia declinante y ampulosa. Sociedad que conoce muy bien Visconti, donde el barroquismo está perfectamente representado en los ambientes arquitectónicos y los ricos ropajes de los personajes. El enamoramiento platónico de Gustav Von Aschenbach por el joven Tadzio que contrastará con la decrepitud que sufre la ciudad producida por la peste, no es un simple deseo homosexual: es la fascinación del hombre maduro por la belleza... La descubre en los últimos momentos de su existencia.

 

 

Es una obra de relojería. Cada plano, cada movimiento siguen una idea fija. Se pueden observar los travellings de acercamiento y de distanciamiento dispuestos sobre personajes que entran y salen, que desborda en emociones y sin embargo sufre por la misma frialdad preciosista que la rodea. Visconti nunca deja de ser contemplativo: la visión del mundo que efectúa desde la historia posee una crudeza que no pierde su fineza en el armado del concepto, y esta palabra es determinante. La película es un desfile de ideas y conceptos que se desprenden de imágenes poderosas, aunque no necesariamente vivas. Se percibe una pena enorme detrás de esa búsqueda inútil por la belleza, belleza que se muere con los años. Las imágenes son distantes, parece que estuvieran de vuelta: no pretenden revelar nada, solo confirmar ese ciclo de corrupción con su posterior resignación. El maestro en definitiva, nos presenta un cuadro precioso en su armado, pero distante desde su intelectualidad. Cuando la epidemia se hace visible, las emociones parecen desatarse y aún así, siguen siendo mesuradas. Como si hubiera pudores o, esto es más probable, un dolor íntimo, infinito pero siempre privado. Muerte en Venecia debe constituir un referente estético en la historia del cine. Las secuencias iniciales de la llegada a Venecia del barco en el que viaja el protagonista son realmente fascinantes, de las mejores, junto con las escenas de playa, que se ofrecen a lo largo de la película. Muchos de los planos fijos recuerdan por su preciosismo las obras de Canaletto, y de Sorolla. .La dureza del argumento, del viaje vital del profesor, se contrapone con la belleza de los paisajes, de la ciudad, de la feliz estancia de la que disfrutan el resto de los veraneantes del hotel Les Bains, alejados de problemas y disfrutando plácidamente. El sabor que deja es amargo, pero las imágenes se graban en la retina de tal forma que el recuerdo es imborrable....Film para disfrutar, a ser posible, en pantalla grande.
 

Cuando vuelvo a ver este film, me siento cautivado por la suave brisa del Sirocco, por las telas vaporosas y por toda la atmósfera decadente que impregna la obra, como solo Visconti  crea. Me he molestado en leer varias criticas y como era de esperar hay para todos los gustos. Así es el arte. Podría cuestionar muchas de las detracciones, pero no lo haré porque me importan un bledo.... Tan solo me quedo con la belleza clásica que transmite por igual en las poses griegas de Tadzio, así como en las expresiones de su rostro y en la desgarrada pasión romántica imposible de quien sabe que llega su hora y anhela en este caso no ya amar, sino retomar, beber, vampirizar, la fuente de vida que tiene ante sus ojos. Creo que no se puede expresar mejor. Aún tengo en mi retina el fotograma más bello y es la puesta de sol de Tadzio señalando el horizonte, con esa antigua cámara de fotos a la derecha y el barco en el horizonte.... al tiempo que el protagonista agoniza. Pocas veces en la historia del cine, una obra logra una unión tan perfecta entre música, fotografía, ambientación y sentido literario. Una inmensa creación de actores, que nos han legado un regalo impagable; cada escena se integra en un todo que culmina en esa escena fina. Como las grandes obras, hay que verla una y otra vez, si es posible, en una amplia pantalla de cine, y dejarse seducir por la belleza y asumir la terrible lección que conlleva. No es película de consumo, abstenerse los que buscan espectáculo. El cine, a veces, encarna el verdadero Arte, ese que deja una huella definitiva en el espectador y te hace cambiar la forma de mirar el mundo.
 

En nuestra sociedad, las imágenes, las palabras, y las cosas, se nos presentan como parte de un régimen de enunciación y visibilidad constituyendo un orden del discurso que nos hace escuchar y nos hace ver lo que la realidad es  y eso es precisamente lo que subvierte el filme de Visconti, proponiéndonos una manera diferente de ordenar lo enunciadle y lo visible que produce una ruptura con las formas convencionales de entender lo que la realidad es. En un articulo mencioné cómo el filósofo Alain Badiou definía la diferencia entre el filme como obra de arte y el film como producto mercantil. Para Badiou lo que marca la diferencia es la capacidad de un filme para descartar, aunque sea en una escena, en un diálogo, en la forma en que se muestra una situación por más cotidiana que sea, el contenido mercantilizado que todo filme lleva consigo debido a sus condiciones de producción-distribución-consumo. En el caso de “Muerte en Venecia” creo que ese descarte está llevado a su máxima expresión: si hoy el film se pusiera en cartelera en alguno de los shoppings que monopoliza la distribución y consumo de la producción fílmica, lo más seguro es que ni siquiera considerarían la posibilidad de proyectarla: lenta, sin diálogos, sin efectos especiales, sin acción, serían seguramente las principales excusas que nos darían, y le echarían la culpa al espectador de cine. Ya expliqué porque ese argumento es falaz en el citado post anterior. Mención especial hay que hacer a la excelente actuación de Dirk Bogarde en su caracterización del protagonista excluyente, el músico Gustav Von Aschenbach, que literalmente hace hablar a su cuerpo en cada gesto, mirada, postura, y actitud. No digo que sea fácil pero digo que es imprescindible tomarse el tiempo para disfrutar de esta “Muerte en Venecia” que es mucho más la historia de toda una época que la de un individuo. Y que aborda magistralmente una de las temáticas más complejas de nuestra actualidad: el vacío existencial, la “insoportable levedad del ser” atrapado en múltiples mandatos sociales, y exigencias trascendentales que hacen que “el alma sea la cárcel del cuerpo” según la aguda y transgresora fórmula propuesta por Michel Foucault. No es entonces un filme clásico simplemente porque las imágenes predominan sobre las palabras, sino porque las imágenes cuestionan el orden habitual de las palabras, las imágenes y las cosas, haciendo que se haga visible el límite y permitiéndonos vislumbrar lo que hay más allá de ese límite. Se han dicho tantas cosas de esta película que no hace falta insistir en ellas...Me refiero, claro, a las personas que simplemente se han aburrido o no han sabido valorarla... Probablemente tienen un gran problema, y es que el cine con mayúsculas, no es a lo que están acostumbrados a ver.
 


Conforme avanza el largometraje, se acentúa su debate interno entre razón y deseo, advirtiéndose ciertas pinceladas que amenazan con erotismo la anterior adoración sagrada, como se infiere del flashback de la prostituta. Así, se decide por abandonar Venecia y volver a Munich para alejarse de la imponente fuerza que cobraba su ímpetu hacia Tadzio, pero por un incidente se ve interpelado a no abandonar Lido. Sin embargo, “algo huele a podrido” en Venecia, donde se cosen motivos del romanticismo tardío, estando presentes la poesía de los seres melancólicos, subjetivos y lánguidos con aspecto enfermizo, incluso acicalándose para poseer tal aspecto de fatalismo. Estos individuos pertenecen a la nobleza, con una educación que les persuade de no hablar glotonamente o reírse, pues se toman muy en serio sus vidas, nótese el contraste insultante que supone el personaje del hampa que ríe y canta sin dientes, de modo que sus caras reservadas y sus posturas y gestos son artificiosas e incómodas, sacrificando la naturalidad en aras de un ensalzamiento de la estética. De igual modo, se retrata la degradación gradual a la que se va sometiéndose la vida de toda persona mediante la vejez, posicionándola en armonía con la degeneración de la ciudad: Aschenbach es testigo de que la muerte está extrañamente acechando aquel lugar...están desinfectando las calles y cuando pide explicaciones a los lugareños, les responden con sospechosas evasivas. Finalmente, se entera del destino fatal: una epidemia aflige a la ciudad de los canales. Su primer pensamiento es el de regresar a Munich y avisar a la familia de Tadzio de que ellos también abandonen el lugar, pero decide silenciar la razón, para seguir cerca del joven polaco al que ama. Es decir, prefiere la muerte que separarse de la belleza. Tal y como dice Visconti:

- "Aquél que ha contemplado la belleza, está condenado a seducirla o morir"-

Y en el filme se establece un paralelismo entre el compositor y la ciudad, porque Venecia prefiere la muerte que vivir sin turistas, es decir, que la belleza muere sin un contemplador.

 


Gustav y Tadzio son dos personajes que representan algo más que el amor entre dos hombres de edades opuestas; representan los miedos y anhelos del tiempo y vida de cualquier ser humano. Impecables actuaciones que, casi sin guiones y con tan solo la actuación corporal y lenguaje no verbal, ambos actores que representaron a estos protagonistas emblemáticos, rompieron esquemas sociales entre la filosofía, la lógica, el amor por la belleza y el miedo al paso del tiempo. A principios de los años 70', llevaron al éxito y tres nominaciones a «Muerte en Venecia», siendo elegida como la mejor película en una de las categorías.
Para algunos puede resultar tediosa e, incluso, "pesada", la forma en cómo las cámaras y ciertos ángulos fueron dispuestos para esta película. Lo cierto es que Visconti no se equivocó en ello. Estamos hablando de una historia, de una novela; por estas razones eran necesarias y justificadas estas medidas artísticas y audiovisuales. No solo nos trasladan a esos tiempos a principios del siglo XX, sino que nos conducen por las calles y entre la gente de dicha época, lo cual es otro punto a favor de esta obra de arte. Su director, Luchino Visconti, encabezó una búsqueda exhaustiva del personaje de «Tadzio, el bellísimo ángel y protagonista que conduciría a un amor platónico y perfecto pero delirante y perturbador al músico con un mal cardiáco luego de dos pérdidas y un fracaso en su carrera musical, «Gustav» al igual que Visconti fue uno de los precursores de toda una revolución en pro de el arte y la cinematografía homo eróticos, más allá de lo sexual, pues sus cimientos son las emociones del espectador y su propia interpretación de lo que ve en la pantalla. Hablar de Muerte en Venecia en el año 2017 parece ya una odisea inútil. La película se ha convertido por méritos propios en una película de culto, que cuenta con sus acérrimos seguidores así como mucha otra gente que considera el film como una obra fallida. Como poco más se puede aportar en torno a la gran cantidad de críticas ya realizadas, voy a destacar algunos puntos que personalmente me parecen interesantes.

En primer lugar, Visconti domina la imagen a la perfección. La domina tan bien, que de hecho no debe recurrir a la palabra más que en ocasiones contadas, como pudiera ser las discusiones mediante flashbacks en las que vemos debatir sobre arte a nuestro personaje principal (interpretado por el maravilloso Dirk Bogarde) con un antiguo compañero suyo. Pero quitando estas momentáneas frases, la película alcanza unas grandes cotas de saber contar gran cantidad de detalles sin utilizar los medios literarios. Un gran ejemplo es la secuencia en que nuestro protagonista entra por primera vez al hotel. Ahí está reunida la más alta burguesía, que hace ostentación de todo su alto status, así que la mirada de nuestro actor va del inevitable caos de discusiones en idiomas inimaginables y el periódico que tiene entre manos. Pero de repente observa un muchacho con aspecto angelical o andrógino, como ustedes prefieran que será la perdición de nuestro personaje. y el detonante final se encuentra en una secuencia muy inteligente que sucede en la primera mitad del metraje. Cautivado de manera sobrenatural por el embrujo del joven muchacho y asqueado por sus propios sentimientos, Dirk Bogarde decide marcharse inmediatamente de Venecia. Desgraciadamente para él, hay un pequeño problema con su equipaje, por lo que no podrá abandonar la ciudad. Visconti entonces nos enfoca el rostro de nuestro protagonista. Lo que en un principio podemos calificar como frustración en el rostro de Bogarde, pronto se convierte en placer culpable. Bogarde ha sucumbido finalmente a la tentación, y está perdido para siempre. Justo en esta secuencia sucede una advertencia muy interesante, con la muerte de un mendigo en la estación. El hombre cae derribado por la asfixia de alguna enfermedad o de un infarto, pero el caso es que nadie hace nada por ayudarlo, ni tan siquiera se inmutan ante el inminente cadáver. A nuestro personaje le quedan pocas jornadas de vida, como nos adelanta Visconti. También la muerte y Venecia quedan reflejadas en la película. Las constantes advertencias de que una enfermedad está infiltrándose en la ciudad dan una continua sensación de locura que imprime en la película un cierto tono surrealista. Desde luego parece extraño que la enfermedad haga acto de aparición de una manera tan onírica, como algo oculto que la gente de Venecia trata de ocultar ante las miradas extranjeras. Y por supuesto, la muerte acabará haciendo su acto de aparición en uno de los finales más majestuosos y brillantes de la historia del cine. La calidad estética del film es sobresaliente. A veces recuerda vagamente al film Ordet de Dreyer, en el sentido que ambas películas parecen no ser una recreación de ficción, sino que parecen captar una realidad inexpugnable que sólo ha sido abierta para el ojo del artista. Antes Dreyer y ahora Visconti consiguen que sus dos películas parezcan espejos de una realidad no filmada. Arte, Belleza, Sentidos, Sabiduría, Realidad, Verdad, Dignidad Humana, el Bien el Mal, Equilibrio, Fortaleza, si alguna de estas palabras le llama la atención, entonces os recomiendo Muerte en Venecia, una película considerada por muchos como la obra maestra del director Luchino Visconti.

 





“Puedes acercarte al espíritu a través de los sentidos”

 



PREMIOS OBTENIDOS.-


Premio David de Donatello al Mejor Director .... Luchino Visconti


Premio BAFTA al Mejor Diseño de Vestuario... Piero Tosi


Premio BAFTA a la Mejor Fotografía... Pasqualino De Santis Nastro d'Argento for Best Costume Design • Piero Tosi


Anexo:BAFTA al mejor sonido ... Vittorio Trentino, Giuseppe Muratori


Premio Bodil a la Mejor Película No Estadounidense... Luchino Visconti


Premio BAFTA al Mejor Diseño de Producción ...Ferdinando Scarfiotti